sexta-feira, 29 de maio de 2009

O pecado de Davi

"Os dois teólogos divagavam sobre os pecados, os múltiplos pecados humanos. Faziam isto há anos como se tais análises fossem parte intrínseca de suas vidas. Seus pais os ligaram para todo o sempre às inumeráveis controvérsias bíblicas (deram a eles nomes de patriarcas para que não se esquecessem da antiga e perpétua travessia dos eleitos de D'us). Acostumados a sutilezas da cabala buscavam acrescentar ao acervo dos conhecimentos explicações novas e ousadas sobre os mistérios do passado. Mais desafiadores ficavam estes mistérios quando eram percebidos na perpétua atualização de um mesmo script. Tal era o que percebiam a cada momento, a cada instante na vida de muitos. "O rei Davi" - disse o mais novo - "matou Urias para lhe tomar a mulher. Esta foi uma violação do Decálogo." Um homem não pode assassinar outro, concordaram. "Este crime de Davi, no entanto, foi antecedido por outro" afirmou o velho teólogo, mais afeito aos detalhes das palavras. "Davi cometeu o pecado, o grave pecado do olhar; não deveria ter lançado suas vistas para onde lançou", foi o julgamento definitivo naquele instante. Cabisbaixos, ambos voltaram ao modo costumeiro dos devotos. E mergulharam no silêncio, o absoluto silêncio, o silêncio conformado ante os atos absolutos".

(Javier Kramer, in O navio à deriva)

SOY

Soy el que sabe que no es menos vano
que el vano observador que en el espejo
de silencio y cristal sigue el reflejo
o el cuerpo (da lo mismo) del hermano.

Soy, tácitos amigos, el que sabe
que no hay otra venganza que el olvido
ni otro perdón. Un dios ha concedido
al odio humano esta curiosa llave.

Soy el que pese a tan ilustres modos
de errar, no ha descifrado el laberinto
singular y plural, arduo y distinto,

del tiempo, que es uno y es de todos.
Soy el que es nadie, el que no fue una espada
en la guerra. Soy eco, olvido, nada.

(J.L. BORGES)

"O milagre tem direito a impor condições..."

ULRICA
“Mi relato será fiel a la realidad o, en todo caso, a mi recuerdo personal de la realidad, o cual es lo mismo. Los hechos ocurrieron hace muy poco, pero sé que el hábito literario es asimismo el hábito de intercalar rasgos circunstanciales y de acentuar los énfasis. Quiero narrar mi encuentro con Ulrica (no supe su apellido y tal vez no lo sabré nunca) en la ciudad de York. La crónica abarcará una noche y una mañana. Nada me costaría referir que la vi por primera vez junto a las Cinco Hermanas de York, esos vitrales puros de toda imagen que respetaron los iconoclastas de Cromwell, pero el hecho es que nos conocimos en la salita del Northern Inn, que está del otro lado de las murallas. Eramos pocos y ella estaba de espaldas. Alguien le ofreció una copa y rehusó. -Soy feminista -dijo-. No quiero remedar a los hombres. Me desagradan su tabaco y su alcohol. La frase quería ser ingeiosa y adiviné que no era la primera vez que la pronunciaba. Supe después que no era característica de ella, pero lo que decimos no siempre se parece a nosotros. Refirió que había llegado tarde al museo, pero que la dejaron entrar cuando supieron que era noruega. Uno de los presentes comentó: -No es la primera vez que los noruegos entran en York. -Así es -dijo ella-. Inglaterra fue nuestra y la perdimos, si alguien puede tener algo o algo puede perderse. Fue entonces cuando la miré. Una línea de William Blake habla de muchachas de suave plata o furioso oro, pero en Ulrica estaban el oro y la suavidad. Era ligera y alta, de rasgos afilados y de ojos grises. Menos que su rostro me impresióno su aire de tranquilo misterio. Sonreía fácilmente y la sonrisa parecía alejarla. Vestía de negro, lo cual es raro en tierras del Norte, que tratan de alegrar con colores lo apagado del ámbito. Hablaba un inglés nítido y preciso y acentuaba levemente las erres. No soy observador; esas cosas las descrubrí poco a poco. Nos presentaron. Le dije que era profesor en la Universidad de los Andes en Bogotá. Aclaré que era colombiano. Me preguntó de un modo pensativo: -¿Qué es ser colombiano? -No sé -le respondí-. Es un acto de fe. -Como ser noruega -asintió. Nada más puedo recordar de lo que se dijo esa noche. Al día siguiente bajé temprano al comedor. Por los cristales vi que había nevado; los páramos se perdían en la mañana. No había nadie más. Ulrica me invitó a su mesa. Me dijo que le gustaba salir a caminar sola. Recordé una broma de Schopenhauer y contesté: -A mí también. Podemos sair los dos. Nos alejamos de la casa, sobre la nieve joven. No había un alma en los campos. Le propusé que fuéramos a Thorgate, que queda río abajo, a unas millas. Sé que ya estaba enamorado de Ulrica; no hubiera deseado a mi lado ninguna otra persona. Oí de pronto el lejano aullido de un lobo. No he oído nunca aullar a un lobo, pero sé que era un lobo. Ulrica no se inmutó. Al rato dijo como si pensara en voz alta: -Las pocas y pobres espadas que vi ayer en York Minster me han conmovido más que las grandes naves del museo de Oslo. Nuestros caminos se cruzaban. Ulrica, esa tarde, proseguiría el viaje hacia Londres; yo, hacia Edimburgo. -En Oxford Street -me dijo- repetiré los pasos de Quincey, que buscaba a su Anna perdida entre las muchedumbres de Londres. -De Quincey -respondí- dejó de buscarla. Yo, a lo largo del tiempo, sigo buscándola. -Tal vez -dijo en voz baja- la has encontrado. Comprendí que una cosa inesperada no me estaba prohibida y le besé la boca y los ojos. Me apartó con suave firmeza y luego declaró: -Seré tuya en la posada de Thorgate. Te pido mientras tanto, que no me toques. Es mejor que así sea. Para un hombre célibe entrado en años, el ofrecido amor es un don que ya no se espera. El milagro tiene derecho a imponer condiciones. Pensé en mis mocedades de Popayán y en una muchacha de Tezas, clara y esbelta como Ulrica que me había negado su amor. No incurrí en el error de preguntarle si me quería. Comprendí que no era el primero y que no sería el último. Esa aventura, acaso la postrera para mí, sería una de tantas para esa resplandeciente y resuelta discípula de Ibsen. Tomados de la mano seguimos. -Todo esto es como un sueño -dije- y yo nunca sueño. -Como aquel rey -replicó Ulrica- que no soñó hasta que un hechicero lo hizo dormir en una pocilga. Agregó después. -Oye bien. Un pájaro está por cantar. Al poco rato oímos el canto. -En estas tierras -dije-, piensan que quien está por morir prevé el futuro. Y yo estoy por morir -dijo ella. La miré atónito. -Cortemos por el bosque -la urgí-. Arribaremos más pronto a Thorgate. -El bosque es peligroso -replicó. Seguimos pos lor páramos. -Yo querría que este momento durara siempre -murmuré. -Siempre es una palabra que no está permitida a los hombres -afirmó Ulrica y, para aminorar el énfasis, me pidió que le repitiera mi nombre, que no había oído bien. -Javier Otálora- le dije. Quiso repetirlo y no pudo. Yo fracasé, parejamente, con el nombre de Ulrikke. -Te llamaré Sigurd- declaró con una sonrisa. Si soy Sigurd -le repliqué- tu serás Brynhild. Había demorado el paso. -¿Conoces la saga?- le pregunté. -Por supuesto -me dijo-. La trágica historia que los alemanes echaron a perder con sus tardíos Nibelungos. No quise discutir y le respondí: -Brynhild, caminas como si quisieras que entre los dos hubiera una espada en el lecho. Estábamos de golpe ante la posada. No me sorprendió que se llamara, como la otra, el Northern Inn. Desde lo alto de la escalinata, Ulrica me gritó: -¿Oíste el lobo? Ya no quedan lobos en Inglaterra. Apresúrate. Al subir al piso alto, noté que las paredes estaban empapeladas a la manera de William Morris, de un rojo muy profundo, con entrelazados frutos y pájaros. Ulrica entró primero. El aposento oscuro era bajo, con un techo a dos aguas. El esperado lecho se duplicaba en un vago cristal y la bruñida caoba me recordó el espejo de la Escritura. Ulrica ya se había desvestido. Me llamó por mi verdadero nombre, Javier. Sentí que la nieve arreciaba. Ya no quedaba muebles ni espejos. No había una espada entre los dos. Como la arena se iba al tiempo. Secular en la sombra fluyó el amor y poseí por primera y última vez la imagen de Ulrica.” (in El libro de arena de J.L. Borges)

Quer ficar envergonhado? Veja as imagens

As imagens postadas no link mostram "Um retrato 3X4 de um Brasil que mora lá nos 'fundos'", no endereço http://josiasdesouza.folha.blog.uol.com.br/arch2009-05-24_2009-05-30.html#2009_05-28_14_41_16-10045644-0.

Quem assiste pelas TV's a despudorada e intermitente propaganda do petismo e dos seus governantes chega a imaginar que o Brasil é o paraiso de Deus aqui na Terra. Ali no Pará, no entanto, governado pela inefável petista Júlia Carepa, o real está mais próximo daquele inferno imaginado por Dante Alighieri.

domingo, 24 de maio de 2009

O PT e as mulheres: a menina, a delegada, a juiza e a governadora


"Na primavera de 2007, quando o monumento ao absurdo foi erguido, o policial Wallace ainda não trabalhava na delegacia de Abaetetuba. Mas ele sabe da história da menina que ficou presa durante 26 dias numa cela com mais de 20 homens. “Ela deixou a cidade, acho que está protegida pelo governo”, disse por telefone à jornalista Branca Nunes, que recorreu em seguida ao Conselho Tutelar de Belém. A funcionária Tatiane também conhece o caso, mas ignora o paradeiro da garota que tinha 15 anos, media 1m50 e pesava 38 quilos quando o pesadelo aconteceu. Aconselhada por Tatiane a procurar o Conselho Tutelar de Barcarena, a repórter ali ouviu do funcionário Juarez a recomendação para que tentasse o Conselho Tutelar de Abaetetuba. “Ela entrou no programa de proteção a testemunhas”, enfim ofereceu uma pista o funcionário Francisco. Como ensinam os filmes policiais americanos, quem entra num programa do gênero desaparece sem deixar rastros.
Essa é a única semelhança entre os programas de proteção a testemunhas brasileiros e o que o cinema mostra ─ e efetivamente acontece em países sérios. Não é o caso do Brasil. Se o administrado pelo governo federal é uma caricatura bisonha do modelo adotado nos Estados Unidos, os similares estaduais são uma paródia cruel. O caso da menina que há um ano e meio frequentou o noticiário com as iniciais L.A.B. é dramaticamente exemplar. A Justiça e a polícia do Pará não conseguiram impedir que ficasse quatro semanas submetida à rotina de estupros e torturas. É improvável que consigam garantir-lhe proteção agora. L. decerto entrou na relação de testemunhas para ficar calada: o único crime que testemunhou foi o que fez dela a vítima. E nenhuma autoridade paraense aprecia a idéia de ouvi-la contando, com a própria voz, como foi a temporada no coração das trevas.
O horror começou em 31 de outubro de 2007, quando foi presa por tentativa de furto numa casa de Abaetetuba, cidade com mais de 130 mil habitantes a quase 100 quilômetros da capital. Durante o interrogatório, declarou a idade à delegada de plantão Flávia Verônica Monteiro Teixeira. Por achar o detalhe irrelevante, a doutora determinou que fosse trancafiada na única cela do lugar, ocupada por homens. Já naquela noite, e pelas 25 seguintes, o bando de machos se serviu da fêmea disponível.
As tímidas tentativas de resistência foram dobradas pelo confisco da comida, por queimaduras com cigarros e cinzeiros e por outras brutalidades. As cinco ou seis relações sexuais diárias só foram suspensas nos três domingos reservados a visitas conjugais. Espantados com o que viam, alguns presos alertaram os carcereiros para a presença na cela de uma menor de idade. Os policiais cortaram rente à cabeça os cabelos longos e lisos e gostaram do resultado: como faltavam curvas acentuadas ao corpo mirrado, L. ficara parecida com um menino.
Depois de 10 dias de cativeiro, a garota foi levada à sala da juíza Clarice de Andrade. Também informada de que a prisioneira tinha 15 anos, a segunda doutora da história resolveu devolvê-la à cela. E ali ficaria muito mais tempo se um dos detidos não saísse da cadeia disposto a relatar o que ocorria ao Conselho Tutelar. Confirmada a veracidade da denúncia, uma funcionária da entidade procurou o promotor Lauro Freitas, que foi à delegacia no dia seguinte. Os policiais haviam pressentido o perigo a tempo. A menina não estava mais na cadeia. “Fugiu”, disse ao promotor um delegado.
Quando Freitas a encontrou, os carcereiros providenciaram documentos falsos para transformar a adolescente numa mulher de 20 anos, e obrigaram os pais da vítima a assinar uma certidão de nascimento fraudada. A farsa foi implodida quando a história ultrapassou as divisas do Pará e pousou nos jornais e revistas da parte menos primitiva do país (leia a reportagem de VEJA). E então vieram as providências de praxe. O Ministério Público do Pará denunciou por lesão corporal, ameaça, estupro e tortura cinco delegados, dois investigadores, três carcereiros e dois presos. A denúncia deu em nada. O Tribunal de Justiça do Pará decidiu que o comportamento da juíza Clarice não merecia qualquer reparo. A governadora Ana Júlia Carepa anunciou o afastamento das autoridades diretamente envolvidas. Todas voltaram ao local do emprego quando a poeira baixou. Depois de admitir que outras cadeias do Pará serviam de cenário para o mesmo espetáculo da promiscuidade, Ana Júlia baixou um decreto proibindo que homens e mulheres dividam a mesma cela. Alguém deveria ter-lhe dito que isso é proibido há muito tempo. E sugerido que garantisse o cumprimento dos códigos em vigor no Estado que governa.
Durante um mês, valeu para uma menina de 15 anos apenas lei da selva. As leis destinadas à proteção de crianças e adolescentes só voltaram a valer depois de consumada a violência inverossímil. O corpo foi violado impunemente. A identidade não seria: o Brasil não pôde conhecer-lhe o nome nem o rosto. Só as iniciais : L.A.B. Ninguém soube como se chamava nem que aparência tinha a menina paraense que agora ninguém sabe onde está." (Retirado do blog do Augusto Nunes)

DIPLOMACIA ANTI-JUDAICA

Em livro memorável chamado "A natureza do preconceito", Gordon Allport coloca um provérbio húngaro versando sobre anti-semitismo a título de irônica epígrafe: "anti-semita é aquele que odeia os judeus mais que o estritamente necessário". As autoridades maiores do Brasil, tão ciosas em proclamar aos quatro ventos seu suposto compromisso na luta contra os preconceitos e os variados racismos, mostram ao mundo inteiro, no entanto, a distância estelar entre o proclamado e o praticado. Pois não é que para a próxima escolha do diretor geral da UNESCO (órgão da UNU encarregado das ações nos campos da Educação, da Ciência e da Cultura), o governo brasileiro resolveu apoiar a indicação de um burocrata egípcio que já defendeu a destruição de livros? Livros escritos em hebraico, bem entendido? O mais incrível disto é o fato de que um dos postulantes àquele cargo é um brasileiro que tem a admiração e o respeito de toda a comunidade decente do planeta. Apesar de suas altas qualidades, no entanto, o governo Lula preferiu apoiar um personagem que, certamente, odeia os judeus não mais que o estritamente necessário.

Pode-se, até, ver uma certa coerência da diplomacia lulista quando prefere à civilização a barbárie. Os votos e as ações de Lula e seus subalternos nos foruns internacionais favorecem, mais, o que há de pior no mundo (ditadores, genocidas etc), que aqueles que representam a parte saudável do planeta. Sobas africanos, déspotas orientais, monarquias medievais e figuras caricatas diversas (como o tal de Chaves) sabem que poderão contar com a apreço e simpatia dos atuais governantes brasileiros. Vale a pena observar que, com todo o seu vasto currículo de turista internacional, o presidente brasileiro nunca se dignou a visitar uma única vez que fosse a mais antiga democracia constitucional do Oriente Médio: Israel. Isto diz mais dos bárbaros que nos governam que quaisquer declarações pueris que dia a dia a imprensa chapa branca e os inumeráveis áulicos e agregados enunciam. Seria desejável que os defensores da deplorável política anti-judaica seguida por Lula e seus "diplomatas" continuassem a ler o restante do livro de Allport. Parece que eles só ficaram na primeira página.